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miércoles, 12 de septiembre de 2018

Cocinas del mundo, Israel y Jordania

Hacía tiempo que tenía en mente conocer Israel.

Su componente histórico, religioso, su situación actual y sus múltiples culturas siempre habían sido un atractivo, pero lo que no conocía de primera mano hasta que no comencé a preparar el viaje era su importancia gastronómica.

El hummus, de tan discutido origen. El babaganoush. El pan. Las especias. Todo es de allí y nada lo es en realidad. Pues, originalmente, la disputa está servida hasta en la mesa.

Hace justo un mes volvíamos de allí, y hoy me gustaría hacer un recuerdo de lo que ha sido uno de los viajes más espectaculares de mi vida. En realidad ha sido el que más, pero siempre debe dejarse hueco para lo que vendrá...



Absolutamente todos los amigos, familiares y conocidos con los que hemos estado hablando en este escaso mes desde que mi pareja y yo volvimos, probablemente sepan ya la historia de pe a pa.

Elegimos el destino entre los 2, motivados por todo lo que puede motivar conocer un país con tanto que ofrecer. Con complicaciones, sí, pero no será esto de lo que trate este post.

Viajamos desde Barcelona en un vuelo directo a Tel Aviv y nos alojamos allí una breve noche para salir al alba del día siguiente a conocer las ciudades de Cesarea, Haifa y Acre (también conocida como Akko).

En la primera parada en Cesarea, nos sorprendió el shakshuka. Un plato típico de Oriente Medio, no necesariamente israelí, al igual que la mayoría de sus atribuciones culinarias.

Es una olla plana que cuenta con tomate, pimiento, huevo, especias y un pan delicioso para mojar y no dejar ni gota. Esta foto es de Port Café, un lugar, aparentemente muy turístico, pero con una carta sorprendentemente buena y económica. ¡Justo lo que siempre buscamos cuando estamos de viaje!



Continuamos nuestro camino hacia Haifa. Allí descubrimos un falafel increíble, en el barrio árabe, donde se encuentra el famoso Falafel Hazkenin. Un establecimiento sencillo, sin ostensiones. Comandado por un señor que probablemente haya dedicado su vida al arte de preparar estas bolitas en su mejor definición y optimizar su fritura hasta el punto de que ni lo parezca. Cabe destacar tal amabilidad que, mientras esperas tu pita, te ofrecen unas cuantas en compensación por el tiempo empleado en su cola. ¡Todo un detalle!


Cogemos fuerzas y seguimos rumbo a Nazaret, el gran descubrimiento del país. Una ciudad de gente dulce, acogedora y activista, con una fuerte conciencia de lo que ocurre en su entorno.

Nazaret es una ciudad que sorprende por sus calles angostas y empedradas al mismo nivel que por su naciente gastronomía de fusión, capaz de mezclar platos tradicionales con apuestas innovadoras. Aquí algunas muestras:

Allí es posible descubrir creaciones como éstas...


Ensalada de lechuga fresca, higos frescos, higos secos e higos chumbos o cactus, del Restaurante Tishreen.


Tabla de quesos y guarniciones de la granja Ein Camonim. Granja de cabras capitaneada por una familia local que cuida de la zona a la vez que produce todo tipo de derivados lácteos de la cabra. (Acre-Safed Highway 85, salida Ein Camonim)


Kibbeh, croqueta popular en todo Oriente Medio, Armenia y parte del Cáucaso, del Restaurante Alreda (Al-Bishara St 21)

Nazaret es un paraíso para los gastrónomos y un lugar que consigue robar corazones... 

La ruta no ha hecho más que empezar y, tras Nazaret, el siguiente destino es Jerusalén

Al citar Jerusalén sobran las palabras. Lo que allí ha sucedido durante la historia de la humanidad es más que popular y no hay rincón del mundo que no lo conozca, pero, además de historia y creencia, Jerusalén también es gastronomía, como atestiguan estas imágenes:


Ensalada con higos frescos y queso búlgaro, y sardinas escabechadas en Restaurante Menza (Betsal'el St 10)


Cervezas artesanales del local, okra (verdura local) salteada con tomates, cebolla y guindilla verde, y kebab, del Restaurante Machneyuda (Beit Ya'akov St 10)

Pero si hay algo que nos ha fascinado de Jerusalén es la vida de sus mercados, como el Mahane Yehuda (Rehov Mahane Yehuda), en pleno centro y zona de ambiente de la Jerusalén más cosmopolita. 





Pero el camino tampoco acaba aquí, y la ruta continúa rumbo a Jordania. País que bien merece un viaje para sí solito, nos descubrió grandes rincones, personas, momentos y comidas. 


Esta vez el alojamiento fue singular, una tienda en medio del desierto del Wadi Rum, un paraíso excepcional que combina montañas con arena fina y rosada. Caminar entre camellos, sentarse a contemplar un atardecer o a esperar estrellas fugaces, planes en plena naturaleza que bien pueden hacerle sombra al más prestigioso lugar artificial de cualquier ciudad del mundo. 

Las cenas son una experiencia inolvidable. El zarb es una barbacoa beduina excavada en la tierra. Los alimentos se cocinan en un horno que, en realidad, es un agujero excavado en la arena del desierto, donde se enciende el carbón, se introducen muslos y pechugas de pollo marinadas, cebollas, zanahorias y pequeños calabacines enteros, todo especiado, y se tapa con una alfombra para mantener el calor. Finalmente, se realiza una curiosa ceremonia para sacar la cena de la arena y se deja en una mesa central, para ser compartida entre todos los que se encuentren en el campamento beduino. Se termina este banquete con té y pastas típicas, música en directo, palmas y un agradable olor a brasas mientras se contemplan las estrellas a la luz de la luna. 



Por la mañana, el desayuno también se comparte y se sirve en la haima central del campamento. A base de pan de pita, hummus, labneh (queso cremoso parecido al yogur muy común en las cocinas de Oriente Medio), tomate, pepino, olivas y las deliciosas halvas, pastas de sésamo con un poco de azúcar y pistachos. 


Un plan perfecto para desconectar del mundo y reencontrate contigo misma antes de visitar la espléndida Petra...


Y tras la agotadora jornada, llega la hora de la comida típica jordana. Falafel, hummus, pita, verduras y un tradicional guiso de pollo con verduras. 


Llegando al tramo final de nuestro viajes, nos encontramos de vuelta en Tel Aviv. Hemos dejado atrás el apacible desierto y su bromista y agradable gente, y hemos vuelto a una ciudad de lo más hipster y de nueva creación que rodea el Mediterráneo por este lado de la costa. 

Su propio nombre ya lo indica, pues, en hebreo, Tel Aviv significa literalmente «la colina de la primavera», en alegoría al libro del fundador del sionismo político, Theodor Herzl. 

En resumen, la ciudad podría definirse como "en construcción", pues todo parece estar llegando de forma atropellada. Aunque quizás hayan empezado la casa por el mercado, ya que la gastronomía se encuentra en pleno apogeo y florecimiento de esta nueva primavera. 

Mercados como Ha´Carmel Market o Lewinski Market hacen las delicias de los más foodies, ¡y con razón!



Dulce, salado, todo tiene cabida en sus mercados. 



Incluso puede imaginarse que una cafetería sea una vieja furgoneta...


O que un puesto cualquiera del mercado de Carmel haga la mejor shakshuka de la capital. Quizás aquí un día todo sea posible, habrá que volver para comprobarlo... 


Noemí. 








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