La cocina alsaciana tiene su base en la tradición culinaria
germánica, vecina a escasos metros de su frontera con la propia capital,
Estrasburgo.
Hasta ahí nos trasladamos hace unos días en un viaje que
bien nos ha permitido adentrarnos en las costumbres bávaras, de la Selva Negra
y de la misma Alsacia, todo un placer para los amantes de la naturaleza y la
gastronomía. ¡Como nosotros mismos!
Tras recorrer las calles, galerías, biergartens y cafeterías
de Múnich, visitar los esplendorosos
castillos de Baviera, y perdernos por los bosques profundos de la Selva Negra,
le tocó el turno a Estrasburgo, ciudad que nos dejó boquiabiertos y con ganas
de volver muy pronto.
Pese a su gran interés turístico actual por ser la sede de
diferentes organismos europeos de relevancia, así como popular por sus mercados
navideños, Estrasburgo y todo el conjunto que forma la Alsacia, es un completo deleite
para los sentidos que merece ser visitado y resaltado en cualquier guía por el
país galo.
Su cocina es particular, aunque basada en la carne,
principalmente de cerdo, no faltan los quesos, los pescados, y la tarte flambée o flammekueche. Aunque una de sus aportaciones gastronómicas más
populares bien podría ser el choucroute.
Para degustar sus mejores platos, no hay nada como probarlos en todos en un formato pequeño, y para ello, nos dirigimos al Restaurant Les Chauvins Père & Fils, donde encontramos, además de un trato excelente, lo mejor de la zona en un formato peculiar, que ellos denominaban "tapas alsacianas".
Capuccino de tomate y rilletes
Quiche de queso de cabra de la zona
Flammekueche o tarte flambée
El restaurante, situado en la 3 Rue du Faisan, es regentado por un padre y sus 2 hijos, los que cuidan con mimo y esmero cada detalle desde que se abren sus puertas.
Gracias a que toda la Alsacia está dotada de una gran riqueza agraria y ganadera, esto mismo supone uno de los pilares principales de la gastronomía, la calidad de los productos del terruño, algunos
de ellos de gran prestigio internacional, como sus vinos de denominación o sus cervezas
artesanas, o las aguas
naturales de los manantiales de los Vosgos, que se abren paso entre los viñedos. Pero también los productos locales como frutas y verduras, carnes y embutidos, o pescados, son de una enorme calidad.
No dejemos atrás el dulce... Su repostería característica va del kugelhof
y los pain d'épices hasta los ya
clásicos bollos franceses que conocemos de sobra, en este caso, llevados a una
calidad exquisita.
Cabe resaltar, que sólo por sus vinos, ya merece la pena la visita. Bajo la
denominación general de Vins d'Alsace, la zona congrega una gran variedad de
cultivos de uva que dan lugar a vinos con una fuerte personalidad.
Aunque son
mayoritariamente blancos, fruto de las uvas de las variedades Riesling,
Sylvaner o Gewürztraminer, elaborados mediante el método champañés (méthode
champenoise) y protegidos con la AOC Crémant d'Alsace, los tintos basados en Pinot
Noir no tienen nada que envidiarles.
Además, sus viñedos son visitables caminando o dando un
paseo en bici. Hay rutas de senderismo cortas, y otras más largas, que
conectan pueblos de la zona en las que incluso, con suerte, se puede disfrutar
de alguna degustación.
Como su vecina Alemania, la Alsacia es también la mayor
productora de cerveza de Francia, con numerosas brasseries o fábricas
productoras localizadas en torno al área de Estrasburgo, Molsheim y Obernai.
Pueblos estos de obligada visita, como Colmar, una de las referencias de la zona en cuanto a turismo y gastronomía.
Aunque también son muy afamados los licores y aguardientes
de cerezas y otras frutas, parece ser que están en cierto declive, ya que la
producción casera local se está viendo perjudicada.
¡Nos vemos en la próxima entrada!
Noemí